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viernes, 7 de marzo de 2014

SIMÓN DE CIRENE.



*Marcos 15: 17-23
Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas, comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias.
Después de haberle escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle. Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz. Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera.

Un hombre, desconocido hasta este momento, un hombre más de los que estaban en medio del gentío, quizás sin saber nada de lo que estaba sucediendo. Lo que si podemos afirmar es que se encontraba justo en un punto del trayecto final de Nuestro Señor, en el trayecto que llevaba a Nuestro Señor hacia el instante en que fue clavado en la Cruz por todos nosotros.
Puede que Simón de Cirene hubiese visto antes a Jesús, puede que no, casi seguro que había oído hablar de El. Volvía del campo para prepararse ante la inminente Pascua judía.
La escena que presencia es por todos conocida; tres hombres camino del Gólgota, uno de ellos, Jesús, casi irreconocible a causa de los latigazos y golpes recibidos, con todo el cuerpo recubierto de su preciosa sangre.
Debido a todo el sufrimiento recibido, Jesús de Nazareth no puede con el peso de la cruz, esta tremendamente debilitado, falto de fuerzas; los soldados que acompañan al cruel cortejo se dirigen hacia Simón de Cirene para mandarle sea el quien lleve la cruz de Nuestro Señor hasta el lugar en que será emplazada.
No tenía opción, obedecer a los crueles soldados romanos o sufrir, vete a saber cuales, las consecuencias de la desobediencia a una orden por ellos dada.
En el momento en que cogio la cruz para acompañar a Jesús hacia lo que sería el final de Su ministerio como hombre entre hombres cabe suponer que su corazón fue tremendamente transformado pues ya sabemos que cualquier contacto con Jesús, incluso sus ropajes, eran suficiente para ser sanado y sufrir una tremenda transformación.
Simón de Cirene tuvo contacto con la sangre de Jesús, con su sudor, la cruz que hasta hace unos instantes llevaba El ha cuestas era ahora llevada por Simón. Acompañaba a Jesús en sus últimos metros, los que le separaban de la muerte por nosotros en la cruz que ahora portaba el.
Hoy en día sabemos que Nuestro Señor acompaña la vida de todo Cristiano, la de cualquiera, sin ningún tipo de distinción, cualquiera que decida coger su cruz y seguir Su camino conforme a sus enseñanzas.
Simón llevo el peso que debía llevar Jesús, no tenemos constancia de que Jesús le dijera nada, de lo que si podemos estar seguros es de que recibió una mirada de gratitud, de Amor, una mirada sanadora, una mirada como ninguna otra; capaz de cambiar para siempre una vida y sus propósitos.
Debemos entender que somos nosotros quienes deberíamos llevar esa cruz, nosotros somos Simón, el entendió entre esos momentos y hasta que se supo de la resurrección de Jesucristo que la cruz que estaba llevando era su propia cruz.

*Mateo 16: 24
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. 

Aquella cruz cargada era por todos nosotros, el peso de todos nuestros pecados, y Simón la llevo acompañando a Jesús, no creo equivocarme si afirmo de que esta es de las pocas veces que Jesús de Nazareth fue ayudado por un hombre, y la única que un hombre le ayudo a cargar con la cruz en la cual murió para salvarnos entregando su sangre, entregando su vida como hombre por Amor a todos nosotros.
Simón cargo aliviando durante un espacio de tiempo a Nuestro Señor a llevar tan pesada carga, obligado en un principio y por compasión, quizas ya amor, a El después de ese cruce de miradas.
Ya no era una obligación, era y sigue siendo un privilegio llevar esa cruz al lado de Jesús.
En ese corto camino seguro que Simón también fue insultado y humillado por el solo echo de estar ayudando a Jesús llevando tan pesada carga.
Todos los que llevamos nuestra cruz para seguirle también somos muchas veces insultados, despreciados, motivo de mofa y burla, incluso atacados físicamente y muertos por llevar la cruz y seguirle.
¿Tu crees que a Simón le importo?; la pregunta debería ser si nos importa a nosotros el ser despreciados por llevar la cruz, por predicar el Evangelio, por dar a conocer su testimonio, por confesarle con nuestros labios, por llevar Su nombre ante todo y todos, por proclamar que es nuestro Señor, nuestro Salvador, nuestra vida, nuestra manera de ver y hacer las cosas, nuestro más grande e importante amor, al que le debemos todo lo que somos y tenemos tanto ahora como en un futuro.
Simón paso de ser uno más de los espectadores en el camino hacia el Gólgota a ser participe junto a Jesús de una parte de la crucifixión; el camino hacia ella en sus metros finales, cargando con la cruz junto a Jesucristo.
Gracias Señor por estar a nuestro lado mientras cargamos la cruz para seguirte.




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