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lunes, 26 de agosto de 2013

LA SEMILLA DE MOSTAZA






Mateo 13: 31-32:

Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.

Que nos dijo aquí Jesús? Ni más ni menos que el Reino de Dios es como un pequeño grano de mostaza.
Primero tenemos la semilla, un simple grano, que “un hombre tomo”; aquí se refiere Jesús a Dios como a un hombre, el que cogió la simiente era Dios, que la plantó en su campo que es el mundo en el que vivimos, tenemos una primera conclusión, obvia para todo creyente, el mundo le pertenece a Dios.
Mucha gente dice que el mundo es de Satanás, pero no es cierto, es de Dios, lo único que hace el maligno es ocuparlo, tal como tanto se hace hoy en día, entrar en una propiedad de otro para ocuparla. Pero esa propiedad (campo en la parábola) ya tiene dueño, aunque es muy difícil echar al okupa.
El grano de mostaza es el Evangelio sembrado en el campo de Dios, en el mundo, este grano se transforma en una gran hortaliza, un grano que va creciendo paulatinamente hasta convertirse en árbol, ese árbol es la Iglesia de Dios.
El Evangelio para muchos es solo un libro, un pequeño libro, nosotros sabemos que es la palabra escrita de Dios y que cada día hay lugares nuevos en los que se predica el Evangelio, se expande la Palabra de Dios, cada día hay gente nueva que cree, que pasa a formar parte del Reino de Dios, un reino que sigue creciendo al igual que la semilla que pasó a ser hortaliza para convertirse finalmente en árbol y seguir creciendo.
Todas las ramas de ese árbol (Reino de Dios) somos los que formamos su Iglesia, los creyentes, los que nos hemos convertido en sus hijos, los que de una manera u otra realizamos la tarea de acercar más gente al reino, de darlo a conocer, cada uno desde su ministerio en la Iglesia, ningún miembro es mas que otro, todos somos iguales, con nuestros defectos y virtudes, como humanos que somos, formamos parte todos del mismo árbol y es tarea de todos nosotros el acercar a más gente a la verdad de la semilla,  acogerlos para que se queden como nuevos miembros, como nuevas ramas del frondoso árbol, ramas que si siguen alimentándose bien a través de la semilla seguirán creciendo cada día para cumplir su tarea, debemos evitar siempre que estas ramas dejen de alimentarse correctamente y lleguen a marchitarse o incluso desprenderse del árbol.
Cada vez que evangelizamos de la manera que sea, estamos acercando gente al Reino.  
En esta parábola se nos explica que somos los hijos de Dios, algunos ya siervos de Dios, los que construimos su reino, un reino acogedor para la gente que entra a formar parte de el, un reino que nos lleva hasta el Señor.



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